Hacia el neumático seguro, el runflat o el hinchado con nitrógeno

Todo el mundo sabe que el elemento de seguridad más importante de nuestro vehículo es el neumático, el contacto directo de nuestro coche con el asfalto. Es el elemento que nos sitúa en la tierra y que nos permite desplazarnos con la máxima seguridad.

Es por ello, que la tecnología y la investigación en esta materia no deja de avanzar, con nuevos modelos de neumáticos cada vez más estables, duraderos y seguros. Pero también con nuevos sistemas que nos permite rodar con niveles de seguridad más alto.

Uno de estos es el runflat, el neumático que nos permite rodar sin aire. Se trata de modelos de neumáticos que aspiran a ser indiferentes a los pinchazos, y que han ido evolucionando desde los años 70 del pasado siglo.

Los runflat son neumáticos reforzados en su estructura, tanto por los flancos como por un anillo en todo su cuerpo, según el modelo. Esto hace que el vehículo pueda circular sin nada de aire en los neumáticos, puesto que evita el desllantado del vehículo puesto que son capaces de soportar todo su peso.

En algunos casos permite desplazarse más de 300 kilómetros de distancia después del pinchazo, aunque es verdad que a velocidades controladas no superiores a los 80 kilómetros por hora. Aunque lo normal en runflat convencionales son neumáticos que permitan desplazamientos medios de entre 50 y 90 kilómetros de distancia.

Este tipo de neumáticos, que aún tiene recorrido en su evolución, permite un mayor control del vehículo en caso de pinchazo o reventón del neumático, lo que le dota de mayor nivel de seguridad en la conducción.

No obstante, y a la vista de que su instalación requiere llantas específicas que los fabricantes no incorporan de serie, hay otras alternativas. Como por ejemplo el hinchado del neumático convencional con nitrógeno.

Nitrógeno en tus ruedas

Este tipo de hinchado, que sustituye al aire, se está abriendo camino por las evidentes ventajas que ofrece en cuando a seguridad y conservación del neumático.

El nitrógeno tiene una composición molecular diferente al aire, que está compuesto por un 20% de oxígeno y un 80% de nitrógeno. La composición del nitrógeno le impide filtrar a través del neumático con tanta facilidad. Eso hace que las pérdidas de gas sean más difíciles y más lentas que cuando hinchamos un neumático con aire.

Además, el nitrógeno es más estable al incremento de las temperaturas, lo que permite unos niveles de presión que no oscile tanto como cuando el relleno del neumático es aire convencional. Todo ello permite que la durabilidad de nuestros neumáticos sea mayor, en la medida que los niveles de presión son más estables durante toda la vida útil.

No obstante, no quita que haya que continuar con las rutinas de observación y control de la presión de manera repetitiva y sistemática. Es cierto, que uno de los problemas del hinchado de nuestros neumáticos con nitrógeno es que no es posible hacerlo de manera gratuita en todas las estaciones de servicio y que supone un coste adicional al mantenimiento del vehículo.

Sin embargo, nos encontramos con ventajas evidentes en materia de seguridad, más garantía de control y mantenimiento del vehículo y mayores rendimientos tanto del neumático como del propio coche. El runflat y el nitrógeno son elementos que deben ser tenidos en cuenta.

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